Son muchos los factores que influyen en la selección para conseguir el sistema más indicado.
Por: Juan Claudio Rubio, gerente de desarrollo de negocios en México para Boon Edam
El objetivo de una entrada de seguridad es simple: impedir el ingreso a personas no autorizadas y permitírselo a las que sí lo están. Sin embargo, no todos los equipos de control de acceso protegen de la misma manera o están diseñados para todos los lugares; son muchos los factores que influyen en la selección para conseguir el sistema más indicado.
Uno de estos elementos, de los más importantes en mi opinión, es identificar a qué nivel de mitigación de riesgo se pertenece, pues a partir de esa información se tendrá más claro el enfoque del proyecto.
A continuación explicaré cuatro niveles de mitigación de riesgo en los que se pueden clasificar los usuarios para dar con la solución de entrada ideal.
En el primer escalafón está el control de multitudes. En este nivel se implementan soluciones como torniquetes tipo trípode, los cuales ayudan al personal de seguridad a estar pendiente de un amplio rango de usuarios autorizados en un corto lapso de tiempo. Algunos ejemplos de este nivel son las entradas de escenarios deportivos, empresas donde se cambian turnos, terminales y edificios con altas ocupaciones.
Ascendiendo en los niveles de riesgo, llegamos al de la disuasión. Aquí se aumenta el factor de persuasión a través de barreras de altura completa que detienen los potenciales intentos de violación de las barreras. En este nivel no existen sensores de detección o alarmas, simplemente se utiliza tecnología mecánica o electromecánica. Zonas de parqueo, fábricas e industrias pesadas son algunos ejemplos de aplicación de este nivel.
Un tercer nivel es el de detección, en el que se utiliza tecnología de sensores para identificar con precisión cualquier objeto que se esté moviendo a través del punto de acceso, y así determinar si una persona sin autorización está tratando de cruzar muy de cerca a otra que sí lo está. En caso de que se presente una intrusión, las alarmas suenan para dar aviso al personal a cargo. Las tecnologías de detección pueden ser tan sofisticadas que logran evidenciar la diferencia entre un intruso (encendiendo las alarmas) o una bolsa o sombrilla que pasa por la entrada rodando (lo cual no debe generar alertas). Algunos usuarios pertenecientes a esta categoría son los lobbies corporativos o áreas de trabajo compartidas que requieren de separación.
Finalmente, el nivel superior de mitigación del riesgo es el de prevención, en donde no solo se busca conformar una barrera visual, sino negar (físicamente) cualquier forma de acceso no autorizado. Para alcanzar este objetivo, se deben incorporar controles de altura completa (para evitar que los intrusos pasen por encima o debajo de las barreras) y sensores que garanticen que la entrada sea de a una persona a la vez. A esta clasificación pertenecen dos tipos de entradas: las puertas giratorias de seguridad y los portales tipo “mantrap” o esclusas.
Entradas a edificios comerciales, espacios que requieren altos niveles de seguridad y data centers regulados se clasifican en esta categoría.
Es importante aclarar que estos cuatro niveles de mitigación de riesgo dependen del uso de credenciales que establezcan y confirmen la identidad del usuario que desea ingresar.
Inversiones inteligentes y justificadas
Una vez que se tiene claro el nivel de mitigación de riesgo al que se pertenece, y qué tipo de soluciones se requieren para estar protegidos, viene la pregunta obligatoria: ¿cuánto me va a costar esto?
Pues bien, es natural que entre mayor sea el nivel de seguridad, mayor será el costo; pero más allá del precio, el verdadero reto consiste en hacer un análisis profundo de la situación de cada institución que nos muestre el grado de vulnerabilidad de las instalaciones y que nos pueda predecir de algún modo las consecuencias que tendría el ingreso de una persona no autorizada a las áreas controladas de la empresa.
De igual manera, es importante señalar que el retorno sobre la inversión dependerá —en gran medida— del éxito de todo el proceso, desde el análisis del nivel de mitigación de riesgo al que se pertenece, pasando por el diagnóstico interno, hasta una óptima instalación de los equipos.
Es claro que, ante grandes inversiones, los usuarios esperan que los equipos adquiridos perduren por muchos años, por eso es normal que en el futuro se evalúe una posible migración a una solución de mayor seguridad. Es sustancial anotar que esto no es posible en la totalidad de los casos: por ejemplo, si en un comienzo se implementó una solución de “control de multitudes”, y luego se quiere pasar a una de “detección”, el cambio es plenamente factible porque se puede utilizar el mismo espacio y simplemente reemplazar los torniquetes de mediana altura por carriles ópticos. Pero, cuando hablamos de un nivel de “prevención” (puertas y esclusas), la situación puede complicarse porque demandaría mayores adecuaciones locativas.
Finalmente, es de resaltar lo vital que resulta para todo este proceso que los equipos que se escojan tengan la capacidad de integrarse con tecnologías de otras marcas.
Información ante todo
Con todo lo que hemos mencionado previamente, queda claro que es crucial tener la información suficiente para tomar la decisión correcta… Más si se tiene en cuenta que ninguna entrada es igual a otra y que cada una debe ser analizada y estudiada para determinar cuál es la que se debe instalar.
Para poder obtener esta información, es posible acceder a la web de aquellos fabricantes que —como Boon Edam— publican varios contenidos al respecto y exponen casos de éxito en diferentes industrias.
Finalmente, una opción adicional para el usuario final es contactar directamente al fabricante para revisar en profundidad las necesidades reales que se deben cubrir. Compañías como Boon Edam, por ejemplo, prestan el servicio de asesoría de manera gratuita tanto en español como inglés.
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