En la última semana el Gobierno anunció una intervención federal en Roraima, principalmente debido a la precariedad de la seguridad. Según el decreto, la decisión fue tomada por el ‘grave compromiso del orden público’ en el estado. La corrupción, salarios de policías atrasados, falta de estructura y sistemas penitenciarios en punto de ebullición son los principales factores que, según la Agencia Brasileña de Inteligencia (Abin) apunta riesgo de «reedición de masacres». Lo que sería repelido es el mismo visto en Río de Janeiro, Río Grande del Norte y del Sur, entre muchos estados que sufren con la falta de responsabilidad crónica de los gobernantes por años y años.
La película se repite. Los políticos desvían fondos esenciales para la supervivencia del estado, que deja de invertir en policiamiento y en las demás áreas. Al mismo tiempo, quien es preso aguarda juicio. El resultado son cadenas superpobladas que se transforman en universidades del crimen. Las facciones que actúan de Oiapoque al Chuí (incluso fuera de nuestros límites) invaden el vacío dejado por el Estado-fortalecidas por la impunidad-, crecen como un cáncer y pasan a sostener la corrupción. Y la rueda gira, llegando al punto que se pierde el control. La intervención gira la solución.
El guion muestra cómo la cuestión no es puntual, sino profunda y difundida en todo el país. Pero si el problema es nacional, ¿cómo puede resolver una intervención local? Una vez más, enjuagamos el suelo, pero no acabamos con la fuga. Estamos remediando una enfermedad que sólo tendrá cura si se toman políticas públicas a largo plazo.
Policía integrada actuando en todo Brasil, una justicia eficiente para juzgar y castigar rápidamente, inversión en inteligencia, salud de calidad, vivienda y educación. La receta es conocida, pero el tratamiento es homeopático. Necesita tiempo para revertir los maleficios, pero estas acciones deben ser iniciadas.
La intervención no es el problema. El problema es siempre usar esta carta en la manga como la solución. Ella ayuda a contener, pero nunca resolver, ya que es temporal. Mejorar la situación de la seguridad sólo es posible con medidas continuas y duraderas para siempre. El crimen siempre se actualiza y el Estado también necesita evolucionar. Mas que eso. Necesita también crear políticas que traigan oportunidades para la población. Sancionar el criminal es importante, pero evitar que elija el camino de la criminalidad es esencial. Algunos dicen que eso es imposible, pero no lo es. Holanda, por ejemplo, tiene cadenas vacías.
Invertir en la población, como se hace en los Países Bajos, es la principal forma de crear un país más seguro. Si eso no se hace, seguiremos clamando por intervenciones de emergencia para evitar reediciones de masacres que se repiten en ciclo. Ayer fue Río de Janeiro, hoy es Roraima. ¿Quién será el próximo? Seguimos contando …
Marco Antonio Barbosa es especialista en seguridad y director de CAME de Brasil. Tiene una maestría en administración de empresas, MBA en finanzas y varios postgrados en las áreas de marketing y negocios.
Acerca de CAME de Brasil
La empresa CAME Group es una empresa de origen italiano con más de 40 años en el mercado y líder mundial en productos para automatización de acceso, con certificaciones ISO 9001 e ISO 14001. La empresa dedica a la empresa, con sede en Indaiatuba / SP, a la excelencia en equipos y asistencia técnica de alta calidad, innovación y desempeño en el segmento de control de acceso y automatización de edificios, desarrollando proyectos personalizados para clientes de diferentes segmentos de mercado. Con sus filiales en 17 países y más de 350 distribuidores exclusivos en todo el mundo, CAME controla tres empresas productivas (CAME Cancelli Automatiz, BPT Sistemas de automatización residencial e industrial, y Urbaco), además de CAME Service Italia, especializada en asistencia a los clientes. En su cartera de productos, ofrece lo que hay de más moderno y robusto en cancelas, puertas y pilares automáticos, corrientes y automatizadores pivotantes o deslizantes, entre otros.
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